Desde la Editorial Siglantana nos gratifica presentar el nuevo Curso Loving Kindness, con el maestro Dharmakirti, y del que aprenderemos una nueva práctica relacionada profundamente con el Mindfulness: La conciencia amable (Kindfulness).
Pero… ¿Qué es el Kindfulness? Es una práctica que viene del Mindfulness, que pretende enseñarnos a desarrollar sistemáticamente nuestra conciencia, para así tener la posibilidad de gestionar nuestra mente y tener más control sobre esta.
Con técnicas y ejercicios, Dharmakirti pretende mostrarnos, entre otros, un nuevo camino para reflexionar sobre los pensamientos intrusivos que nos hacen generar sufrimiento, para así brindarnos la posibilidad de aprender a dejar de hacerlo. En su libro Kindfulness: Atención Consciente y Amable para el Estrés, nos muestra sus claves. A continuación os dejamos un fragmento del Capítulo 3: Gestión de los pensamientos.
No mires atrás, amigo mío
Nadie sabe cómo comenzó el mundo
No tengas miedo del futuro, nada dura para siempre
Si vives en el pasado o en el futuro
Te perderás este momento.
Rumi
NO TIENES QUE CREER EN TODO LO QUE PIENSAS
Cuando la gente empieza a practicar mindfulness por primera vez, una de las cosas que primero notan es la cantidad de pensamientos que acompañan todo lo que hacen. Se dan cuenta de que, al parecer, la mente nunca deja de pensar y algunas personas hasta suponen que la práctica del mindfulness o meditación les está haciendo pensar más de lo que hacían antes de empezar con la práctica. Esto es, de hecho, muy poco probable. Es más probable que hayan estado pensando todo el rato, pero la diferencia es que ahora se dan cuenta de ello. Aunque estamos pensando constantemente, lo solemos notar solo de vez en cuando, como si del zumbido de una lavadora se tratara, que sigue ahí como ruido de fondo y que solo se hace notar cuando se pone más fuerte a la hora de centrifugar.
Un error muy extendido acerca de la meditación es que se trata de intentar “dejar la mente en blanco” o “vaciar la mente”. Esto es misión imposible (te invito a que lo pruebes ahora por unos minutos, ahora), y tampoco es el objetivo de la meditación. No intentamos rechazar los pensamientos, ni tampoco blindarnos de alguna forma ante ellos para calmar la mente. Simplemente intentamos ser conscientes de cualquier cosa que ocurra en el momento presente, incluyendo los pensamientos. Intentamos hacerles sitio, observándolos como pensamientos y dejándolos estar.
Observar el contenido de la mente sin identificarnos con los eventos mentales.
Dicho de otra manera, en la práctica de la atención consciente intentamos observar nuestros pensamientos, en vez de identificarnos con ellos. Normalmente, cuando surge un pensamiento, solemos tomarlo al pie de la letra, solemos creer lo que nos está diciendo, y luego vemos el mundo desde la óptica de este pensamiento. Por ejemplo, puede ocurrir que durante el escaneo del cuerpo pienses “No lo puedo hacer, más vale que lo deje”. Si no tienes cuidado, creerás lo que te dice ese pensamiento y abandonarás, pero si tienes suficiente mindfulness como para notar que eso no es más que un pensamiento, luego puedes dejarlo estar y seguir con el escaneo. Es importante recordar que “los pensamientos no son hechos, incluso cuando dicen que lo son”. Por supuesto, no es que todo lo que pensamos sea mentira, solo que no todo lo que pensamos es cierto, ni nos ayuda, y mindfulness nos ayuda a notar los pensamientos sin tomarlos forzosamente al pie de la letra, sin “entrar al trapo”.
Esta capacidad de notar nuestros pensamientos sin creerlos se hace más o menos difícil según el tipo de pensamiento. Algunos pensamientos son bastantes intrascendentes, y por tanto no vienen con una “carga” emocional fuerte: por ejemplo, “¿Qué como hoy?” Es bastante fácil notar un pensamiento así y luego soltarlo. Hay otros pensamientos que, aunque siguen siendo bastante insignificantes, parecen más urgentes, por ejemplo, “Hace bastante tiempo que no hablo con Belén, debería llamarla ahora”. A veces es bastante difícil resistirnos a llamar a Belén ahora mismo, aun cuando hayamos decidido meditar durante media hora. Tendemos a “entrar al trapo” de los pensamientos así, como si se tratara de hechos – “Tengo que llamar a Belén ahora” – cuando en realidad podríamos llamarla en otro momento. Algunos pensamientos vienen con una fuerte carga emocional, y puede resultar muy difícil simplemente observarlos como tal. Podría ser un pensamiento como, “Lo que me dijo mi jefe ayer no fue justo, tengo que dejarle las cosas bien claras.”