“La historia del hombre ebrio y el guía es una parábola de nuestra condición humana. Estamos tan embriagados que no entendemos el peligro en el que nos encontramos”. A través de esta comparación, Maitreyabandhu nos sumerge en El viaje y la guía en una travesía de ocho semanas para reconducir nuestra vida y entender así su significado. Para dar respuesta a esta pregunta fundamental, el autor se vale de las enseñanzas budistas, dando lugar a un manual práctico y útil del budismo.
El viaje que se describe en las páginas de este libro se divide en cinco etapas. La “integración” y la “emoción positiva” constituyen las dos primeras fases del trayecto, que nos conducen a soltar, como señala el autor, a “nuestro yo ebrio”. Esto da lugar a la tercera y cuarta etapa, la “muerte espiritual” y el consiguiente “renacimiento espiritual“, que nos permiten ver las cosas con claridad y comprender para qué es la vida. Finalmente llegamos a la quinta y última etapa, la “receptividad espiritual“, entendida como la apertura a la experiencia directa, al guía y a la naturaleza de las cosas.
Las instrucciones y prácticas que se describen en este manual se respaldan de una escritura y estilo ameno que hacen de la lectura del libro una experiencia emocionante y enriquecedora. De este modo, Maitreyabandhu es capaz combinar humor, poesía, mito y conocimiento en un volumen que enseña al lector a entender la existencia humana siguiendo el camino budista.
Leyendo algunos libros pensaríais que el Camino del Buda,
es suave y llano como si fuese de tartán,
recto como una flecha, con indicaciones a los lados,
y que unos autobuses amarillos corren ufanos, tres veces cada día, ante las señales que engreídas declaran:
“Nirvana 15 millas”... para las 10 de la noche
estaréis todos allí, buena gente,
arribando al Hotel de la Paz, donde hallaréis alojamiento”.
Pero quienes, con sabiduría interna, leen en sus propios corazones, saben que el Camino es una brecha abierta a machete,
por una densa jungla que se adentra en lo desconocido
y aunque como redondas lámparas mortuorias
arda un millar de ojos amenazadores, sereno y sin miedo,
el hombre, a través de la temible oscuridad, debe zambullirse solo.
Sangharákshita
INTEGRACIÓN
LA GUÍA
Imaginemos a un hombre. Su padre es rico, su madre murió cuando nació. El nombre del hombre es Siddhārtha y estamos en el norte de la India, hace 2.500 años. Siddhārtha es joven, atlético y guapo. Vive en un palacio y está casado con una mujer hermosa. Tienen un hijo pequeño. Cuando Siddhārtha nació un adivino le dijo a su padre que cuando creciera se convertiría en un gran rey o un hombre santo. El padre de Siddhārtha quiere que sea un rey. Quiere que encuentre los suficientes placeres en el palacio. Así que hace que este sea lo más seguro y atractivo posible. Todo está basado en ello. Hay bailarinas, carreras de caballos, alimentos finos y estanques de lotos.
Siddhārtha es feliz, seguro de sí mismo y muy estimado, pero algo le molesta. El sol brilla, su esposa es hermosa, llevan una buena vida, pero está aburrido y el tedio lo carcoma después de las fiestas y los bailes. Le pide a su auriga que lo lleve al pueblo. Su padre lo ha prohibido, pues ha querido mantener fuera del palacio todo lo que sea incómodo, todo cuanto pueda hacer que un joven se ponga a pensar, detenerse y hacerse preguntas, pero Siddhārtha rompe las reglas.
Por un tiempo se fascina con la emoción de todo lo que ve, las aglomeraciones, los pregones de los mercaderes, pero entonces ve a un anciano, marchito y doblado por la edad moviéndose lentamente. Es así como Siddhārtha, este hombre que, en la flor de la vida, cuenta con todo aquello que uno desea para vivir, ve la vejez por primera vez. Es como si estuviera mirando su propio futuro y el de sus buenos amigos, su esposa y su hijo; el futuro de todos.
EL VIAJE
El viaje comienza con un joven sano y lleno de confianza, que no obstante siente que le falta algo. Siddhārtha estaba en buena forma física, emocionalmente fuerte, mirando hacia el mundo, pleno de energía y valiente. Era un hombre que había experimentado el sexo y el amor. Un hombre que sabía disfrutar. Un hombre que vivió a través del cuerpo tanto como a través de la mente. Sin embargo, sentía que le faltaba algo. Sentía que debía haber algo más.
La historia de Siddhārtha comienza con el impacto que le causó ver, pero de veras ver la vejez. Según la tradición, el padre de Siddhārtha quería que su hijo creyera que la vida era un largo ciclo de placer y mantuvo a los ancianos fuera del palacio. Esto es lo que parece cuando somos jóvenes. No nos fijamos en los ancianos, a menos que estén en nuestro camino o nos digan qué hacer. Pero Siddhārtha ve al viejo y ve lo que este viejo significa para su vida y para la vida de los que le rodean. Para ver tan profundamente se necesita ser una persona integral, que piensa y siente la necesidad de actuar como tal. Solo entonces el pensamiento dará lugar a la acción.
El joven Siddhārtha era un hombre que, cuando vio, vio profundamente. Cuando pensaba, pensaba profundamente y cuando actuó, actuó de todo corazón. Esta es nuestra primera tarea, llegar a ser un ser humano integral. Solo entonces podremos ver la situación existencial en la que estamos.
Fragmento extraído del libro El viaje y la guía de Maitreyabandhu